Le Skylab (Verano del ’79), Julie Delpy. Francia, 2011.
Le Skylab está escrita, dirigida y protagonizada por Julie Delpy, y cuenta la historia de Albertine, una mujer que en un viaje con su familia en tren recuerda un paseo de su niñez por la casa de la abuela paterna. Junto a su mamá, rol que encarna Julie Delpy, su papá y su abuela, Albertine de 11 años (interpretada por Lou Alvarez) se reúne con sus primos y tíos para celebrar el cumpleaños de la abuela, justo el fin de semana en el que los medios han indicado que caería el Skylab, un satélite estadounidense que se salió de control.
Asediada por la idea del satélite que puede caer en cualquier momento y matarlos a todos, Titine pasa las horas del sábado jugando con sus primos, sobre todo con Robert, con quien descubrirá parte del mundo y de sus intimidades. No es el “Verano del ‘79” como indica la traducción argentina del título, quitándole todo el valor del momento único. Es tan sólo un fin de semana que comparte una familia enorme con varios tíos, tías, abuelas, padres, sobrinos, nietas, que no se encuentran nunca más que para las ocasiones especiales y que no sólo no lo hacen por las distancias, los costos y las vidas, sino y ante todo porque son ya muy diferentes, y apenas que si de vez en cuando pueden recordar que son familia y que por el mandato social deben respetarse y quererse. Si algo demuestra la película de Delpy es que más allá de la camaradería, al menos esta familia sí se quiere, pero con un año de respiro para recuperarse. Y como hay tantas posibilidades, como ninguna, de que nos sintamos más o menos cómodos con uno u otro personaje, al final el film no puede ser nuestra historia, aunque nuestras familias bastante se le parezcan. Y esto es un acierto. Es muy fácil y hasta práctico ya crear un guión con el que nos sintamos cómodos, que termine por engatusarnos la fuerza empática de sus personajes. Pero lograr una película bella sin el truco de la identificación plena con el personaje principal es un hallazgo que merece destacarse.
El personaje de Titine es, sin lugar a dudas, el que vale la historia de la película. No por nada lo recuerda: está intuyendo y aprendiendo sobre el amor, el sexo, su cuerpo, sus padres, el otro, a la vez que más de un momento en esos dos días la van a marcar definitivamente. Es el personaje que más cambia, y a la vez no cambia nada: sólo se hace un poquito más grande. Pero después está: el primo gracioso, la prima insufrible, los primos lelos, el primito gay, el que se cree cool; las tías cotilleras y amas de casa; el tío militar, alcohólico y adicto al sexo; el tío vendedor, el tío-abuelo perdido, pero no tanto; la abuela vieja y la que no, y sus padres, unos bohemios que hicieron su camino por el Mayo Francés, y que tratan de vivir los 70s con lo que les queda de ese espíritu. Todos aferrados a sus ideas, a sus muchas, incluso a las conciliatorias, ideas de las que no piensan salir y que son las que los mantienen apartados hasta que finalmente recuerdan que son familia. No hay grandes cambios en los personajes porque qué de nosotros puede cambiar tanto en un fin de semana familiar. Por lo general, no suceden esas grandes cosas y son más reales nuestras pequeñas cotidianeidades, incluso las que nos dejan tan pocas anécdotas que contar. Tal vez sea hora de buscar por otro lado.
Claro que la película cuenta algo: un recuerdo tan vívido que merece ser contado. Pero, si lo que uno espera de una película es corrección política y espíritus transformadores y transformados, Le Skylab no es la opción. Tiene una incorrección más humana de la que pretendemos pedirle a todo. Es que en las grandes mesas familiares es bastante difícil que las filiaciones nos mantengan de acuerdo en algunas cuestiones. Y si no estamos dispuestos a cortar con todo para permanecer prendidos en nuestra idea (y cuidado con las ideas que nos prenden), entonces nos queda la posibilidad de debatir dos o tres puntos hasta que la cumpleañera levante la voz gritando y nos mande a pedir por favor que dejemos de hablar de política en la mesa, y ese es también otra sabia decisión. Sea cual fuere, si nos sentamos a juzgar correcciones, ninguna va a ser tan correcta como la nuestra, y ya estamos perdidos de nuevo. Le Skylab no busca que nos encontremos, sino que sepamos que estamos ahí también, que todo está ahí, y que en cualquier momento se nos cae la chatarra yanqui en la cabeza.
August: Osage County (Agosto). John Wells. EEUU, 2013.
Agosto es sofocante, asfixia, corta el aire que se pega al sudor bajo la falda, en los pliegues y bordes de los cuellos de las camisas, descendiendo desde el cuero cabelludo hacia los omóplatos. Agosto se consume en una atmósfera opresiva que domina una llanura del centro sur de Estados Unidos, en el Estado de Oklahoma. Agosto es un mes caliente, como la tierra del condado de Osage, como la vida que transcurre en esa tierra que se adhiere a los rostros, subrayando los surcos, endureciendo sus gestos. En Agosto el clima no hace otra cosa que estallar e implosionar alternadamente en una reunión familiar imposible de eludir. Siempre al borde del colapso, todo termina colapsando pero a nadie le importa demasiado. O eso parece. El clima es tan angustioso como el dolor que se cuela en una boca. Por la boca enferma, por la boca que quema como la mierda, por la boca consumida por el cáncer, por esa boca una madre escupe la mierda que le quema, la mierda en la que quizás se ha convertido. La escupe a su marido y a sus hijas que regresan obligadas a la casa materna cuando éste desaparece sin dejar rastros. Una cena es la excusa de un encuentro en donde queda claro que lo primero no es la familia.Agosto es la película que el creador estadounidense John Wells dirige bajo el guión de Tracy Letts, autor de la obra de teatro que obtuvo el premio Pulitzer y que da vida al film. Teatralidad es lo que caracteriza a los personajes y al escenario en el que transcurren los tormentosos vínculos de una familia que no podrá ocultar uno o varios malestares. Agosto del año 2013 es una adaptación de la obra teatral original que tiene a Violet (Meryl Streep) como el personaje principal en el lugar de matriarca de los Weston. El marido de ésta (Sam Shepard) desaparece repentinamente y pronto descubriremos que ha decidido suicidarse. Quedará flotando en el aire pegajoso de la casa una sospecha que recae sobre Violet. Este hecho es el que hace que las tres hijas de (Julia Roberts, Juliette Lewis y Julianne Nicholson) lleguen acompañadas por sus parejas y familiares a la casa materna. Allí descubriremos a una madre déspota adicta a las drogas, una relación incestuosa, un intento de abuso, varias situaciones que oscilan entre lo grotesco y lo dramático. Así es como una suma de relaciones signadas por el desencuentro y la violencia quedarán en evidencia con mayor fuerza en la escena del almuerzo.No sólo por la boca de esa madre saldrán palabras inesperadas. Las hijas dirán lo suyo, aún cuando puedan reconocer la impotencia de lo dicho. Bárbara (Julia Roberts) se posiciona como la antagonista del personaje central: su madre, a la que finalmente podrá abandonar. Aún cuando las palabras no siempre digan lo que tienen para decir los seres humanos, aquí pareciera que esa boca que se quema se trasladara a otras bocas que ya no pueden contener el calor sofocante de una rabia contenida por años. Las hijas estallarán, cada una a su modo. Agosto es una película digna de un festín para el psicoanálisis, y por eso mismo destinada a cierto público. Toda una colección de miserias e hipocresías parecieran ocultar la trama vincular que sostiene a esta familia burguesa que no podrá soportar más el calor de Agosto, el calor de la sombra de una madre que se quema y de un padre que no existe.
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