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Los caprichos de Julie Delpy

Un espacio sin críticos, sólo libros, películas y música conectados así nomás, como toda cosa.

mes

mayo 2014

31 de mayo de 2014 – Programa 11

Parte 1:
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Parte 2:
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Parte 1:
“Poema para ser leído y cantado” de César Vallejo.

Flopa Manza Minimal – Abrazo impacto

Película: «The giant mechanical man» (Lee Kirk)

Fito Páez – Un vestido y un amor

“Amor a primera vista” de Wislawa Szymborska.

Pedro Aznar – A primera vista [Chico César]

Fragmento de “El cuento de navidad de Auggie Wren” de Paul Auster.

The Cure – Pictures of You
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Biopic: Alan Parker.

The Commitments – I Can’t Stand the Rain

In a world: películas Argentinas en Cannes 2014.

La Bersuit Vergarabat – Perro amor explota
Cafe Tacuba – Aviéntame
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Parte 2:
La Portuaria – Edificios

Película: Medianeras (Gustavo Taretto)

Daniel Melero – Quiero estar entre tus cosas
Charly García – Reloj de plastilina

Fragmento de “La balsa de piedra” de José Saramago.

Jorge Drexler – Causa y efecto
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“Insomnio 10” de Marina Tsvietáieva

Daniel Johnston – True Love Will Find You in the End

Los caprichos de la semana: Agenda cultural.

Marvin Gaye/Tammi Terrell – Ain’t No Mountain High Enough

Poema sin título de Ivana Romero.

Nina Simone – Just in Time

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Biopic: Alan Parker

Mississippi-Burning-11

Alan Parker es un productor y director de cine inglés, así como actor y escritor. Nació en Londres en 1944. Comenzó su carrera trabajando en agencias de publicidad y en 1971 conoció al productor David Puttnam, que produjo la película “Melody”, de la que él fue guionista. Puttnam produjo además “El expreso de medianoche” de la que Parker fue el director y por la que obtuvo dos premios Óscar.
Algunas de sus films son: “Fama”, “Birdy”, “Mississippi en llamas”, “Los Commitments”, “Las cenizas de Ángela”, “El corazón del ángel” y “La vida de David Gale”. Dos de sus películas más conocidas son musicales: “Evita” de 1996, protagonizada por Madonna y Antonio Banderas, y que lleva al cine el musical sobre la líder política argentina; y “Pink Floyd: The Wall”, la reconocida obra de 1982 que lleva al cine el disco doble de Pink Floyd de 1979. Sobre los musicales ha dicho a El Mundo: “Son las películas con las que más he disfrutado. Salvo con Pink Floyd en el rodaje de ‘The Wall’ que me ocurrió todo lo contrario. No lo pasé bien trabajando con él y no creo que él disfrutara haciéndolo conmigo. No siempre es mejor trabajar con gente creativa”*.
Su obra fue distinguida por los premios Oscar, BAFTA, Globos de oro, Cannes y otros festivales internacionales. Sobre su visión como director indicó: “Un director de cine debe crear sensaciones para las otras personas sobre lo que está pasando en el mundo o sobre lo que cree que está mal. Pero también todo lo contrario. Hacer huir a las personas de la realidad que viven. Es mucho más agradecido dar una versión muy diferente de la vida normal. Crear una fantasía”*.

*“Espero que no hagan Sir a Beckham”. Nota de ElMundo.es del 29/05/2008. (http://www.elmundo.es/elmundo/2008/05/29/baleares/1212053123.html)
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The giant mechanical man – Medianeras

The giant mechanical man, Lee Kirk. EEUU, 2012.
“Supongo que siento que la vida moderna puede ser alienante. Y puede ser que caminas a través de ella sin pensarlo, como un robot. Y te puedes sentir perdido. Creo que quiero hacerle saber a la gente que no están locos, ¿Bien? Toda la gente en sus casas, viendo el programa, no están locos. La vida es loca, ¿cierto? Tal vez si ves a un Gigante Hombre Mecánico caminando por la calle hacia ti quizá eso pueda ponerlo todo en perspectiva” (Tim Tucker).
Una estatua viviente perdida en medio de una ciudad en la que nadie se detiene a observar; una figura tirada en la parada del tren esperando ser rescatada por una mano que la comprenda. Tim (Chis Messina) y Janice (Jenna Fisher) son dos personajes tristes en una ciudad en la que la felicidad es el éxito financiero, la casa y la pareja correcta. Dos enajenados de tanto movimiento que se cruzan en la calle y se observan como queriendo encontrarse.
Hay una construcción del amor en la película de Lee Kirk “The giant mechanical man” que escapa de las frases teñidas de rosa, los viajes de amor y la mágica escena sexual, elementos que no tienen nada de auténticos y con los cuales se han escrito la mayor parte de las historias de amor que el cine de Hollywood ha realizado -el de Hollywood y todo el que acompaña esa forma de producir películas-. No es incorrecto, y de hecho nos podemos enamorar de muchas de ellas, pero cuando de su seno aparecen otras historias, que tienen la misma estructura pero en la que los personajes no son los típicos modelitos a seguir, entonces se nos plantea al menos la necesidad de contemplar la obra con otros ojos. Y es que “El gigantesco hombre mecánico” no es solamente una historia de amor, sino una historia de incomprendidos que buscan sin cesar en muchos ojos la mirada profunda y sensible de quien está dispuesto sentarse a escuchar el sonido del viento. Esas cosas que solamente les interesan a ellos, parece ser. Encontrarse. Algo que parece muy difícil no sólo en Detroit sino en cada uno de nosotros.
Esa construcción del amor comienza marcando la discutible disputa entre ganadores y perdedores que el guión mismo critica. Así, las canciones los van acercando pero nos van indicando que en esa ciudad inmensa llena de pasadizos hay un par de personas, muchas en realidad, que están sufriendo. Dos de ellos, al menos, miran abrazados y con la sonrisa cómplice a Chaplin, llenan sus casas de libros pero no de calefacción, no entienden por qué hay que comprar la TV más cara para ver lo más guarro entre lo guarro de las actrices porno.
Y Tim dice lo que puede en una entrevista en la TV, que lo llama como freak y le quiere enseñar cómo mejorar su negocio. Janice está del otro lado, sin empleo, sintiendo lástima y admiración por ese tipo que no dijo cosas tan brillantes, pero que sintió como propias. Se entendieron. Después terminarán encontrándose y, más tarde, amándose. Ese es un bello detalle pero hay algo más interesante que se logra colar en el relato de esta historia sencilla: ahí donde nadie se detiene, también hay personas que se observan, y el mundo es un mejor lugar cuando finalmente nos encontramos y nos hacemos bien.
Entre tantos habladores y dueños de las verdades más arraigadas de nuestra historia, también hay tipos y tipas queriendo encontrar los momentos para disfrutar un libro, mirar una película en silencio, llorar y reír con las historias propias y ajenas, besarse tímidamente antes de entrar a la casa familiar. Tipos y tipas con muchas convicciones y muy bien arraigadas que no buscan hacerle mal a nadie y menos aún lograr sus objetivos pasando por encima de los demás. El cine estadounidense ha tomado nota de la debacle económica y social de su país en los últimos años y ha creado con su propia máquina unas cuantas películas en las que plantean que hay también otra posibilidad. Sin grandes producciones ni éxitos de taquilla, los personajes ven con tristeza cómo los grandes mandatos han dejado a las personas vacías y ruidosas, y esperan hasta que ya no pueden aguantar más para finalmente pedir a gritos un abrazo y una palabra de cariño. “The giant mechanical man” es una de esas historias, probablemente no la mejor, y ese es el detalle más loable, porque justamente no está buscando serlo.

Medianeras, Gustavo Taretto. Argentin, 2011.
“La vida la vamos haciendo sin tener la más mínima idea de cómo queremos que nos quede.” Lo mismo pasa con las ciudades. Habitamos ciudades y ellas nos habitan. Las padecemos hasta el punto de sentir que nos sofocamos en una multitud que también se sofoca pero que no encuentra el modo de ventilarse y somos empujadxs a vivir aisladxs en minúsculos cubos de dos por dos con ventanitas que miran la luz de otras ventanitas sin luz. Pero, paradójicamente, por lo mismo que las padecemos, las amamos. Allí donde el encuentro parece imposible, florece un rayo de sol en una plazoleta poblada de árboles o saltando la sombra que proyecta un edificio, y nos invade una sensación de epifanía. La ciudad se abre inconmensurable ante nuestros ojos, voraz y acogedora. Buenos Aires es una ciudad superpoblada donde los edificios se yerguen irracionales en irracionalidades éticas y estéticas que reflejan ni más ni menos que nuestras irracionalidades. Esa es la potencia del guión y la estética de la película argentina “Medianeras”, del año 2011, escrita y dirigida por Gustavo Taretto, que en los menos de cuatro minutos en que se despliega la introducción muestra el escenario en el que trascurre la vida de quienes vivimos –y morimos– las ciudades, a través de una serie de planos que se detienen en su arquitectura.
Martín, interpretado por Javier Drolas, es un fóbico intentando salir del encierro virtual y real que habita en un monoambiente cuya ventana más amplia al exterior es la pantalla de su computadora. Pilar López de Ayala es Mariana, una arquitecta que no ejerce su profesión, recién separada y que encuentra refugio en su departamento y en las vidrieras que decora para vivir. Ambos viven a muy pocos metros de distancia, en edificios enfrentados. Ambos ventilan sus neurosis por esas minúsculas ventanitas que los conectan con la ciudad desconectada. ¿Es posible el encuentro entre tanto desencuentro? La respuesta quizás esté en la pregunta. Y en las medianeras como símbolo que señala que aquello que separa, sea también lo que permita la coincidencia.
Taretto indaga sobre cómo el espacio, en este caso el de la ciudad de Buenos Aires, determina nuestras acciones, configura nuestras vidas. Y lo hace estableciendo un paralelismo entre el ordenamiento y la arquitectura de la ciudad con la arquitectura de las vidas de los personajes de su película. Así como la gran ciudad invita al aislamiento, también provoca los más inverosímiles encuentros. “Ocurre con las ciudades lo que ocurre en los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado, pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o bien su inversa, un temor. Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y temores, aunque el hilo de su discurrir sea secreto, sus normas absurdas, sus perspectivas engañosas, y cada cosa esconda otra”, lanza el Marco Polo de Ítalo Calvino en “Ciudades invisibles” a Kublai Kan. A lo que Kan responde que no tiene ni deseos ni temores y que sus sueños los compone o la mente o el azar. “También las ciudades creen que son obra de la mente o el azar, pero ni la una ni el otro bastan para mantener en pie sus muros. De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una preguntas tuya”, continua Marco. Y el Kan concluye “O la pregunta que te hace obligándote a responder.”
¿Martín y Mariana obtienen respuestas a las preguntas que le hacen a la ciudad que habitan? ¿O la ciudad los obliga a preguntarse y a responderse dentro de su propia lógica citadina? El mismo Marco Polo de Calvino nos da una pista, tanto para disfrutar Medianeras, como para habitar las ciudades, cuando nos dice: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.” Quizás Martín y Mariana puedan darse y hacerse espacio.

Textos literarios 26/04/2014-24/05/2014

Segunda entrega de algunos de los textos literarios que compartimos en «Los caprichos de Julie Delpy» por MQC Radio.

Programa 6 – 26 de abril de 2014

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“Al príncipe” de Pier Paolo Pasolini.

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida…
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

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Programa 7 – 03 de mayo de 2014

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Fragmento de “Un supermercado en California” de Allen Guinsberg.

Te vi Walt Whitman, sin hijos, viejo mendigo solitario, hurgando
entre las carnes del refrigerador y echándole el ojo a los
muchachos de las verduras.
Te oí hacerles preguntas a todos: ¿Quién mató las chuletas de
cerdo? ¿Qué valen los plátanos? ¿Acaso eres tú mi Angel?
Yo anduve entrando y saliendo de entre las brillantes montañas
de latas siguiéndote, perseguido en mi imaginación por el detective
del almacén.
Caminamos a grandes zancadas por los abiertos corredores,
juntos en nuestro solitario capricho catando alcachofas, poseyendo
cada una de las exquisiteces congeladas, y sin pasar ni una sola vez
por caja.
¿A dónde nos dirigimos, Walt Whitman? Las puertas se cierran
dentro de una hora. ¿En qué dirección apunta tu barba esta noche?
(Toco tu libro y sueño en nuestra odisea en el supermercado y
me siento absurdo.)

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Programa 8 – 10 de mayo de 2014

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“Estaciones” de Natalia Guinzburg.

Quien ha olvidado el invierno
no merece la primavera,
quien ha olvidado el campo
no debe caminar por la ciudad.
La chica salía sola
y amaba caminar en silencio:
como no usaba sombrero,
no agradaba a la gente.
Sus hombros curvos y flacos
decían: no quiero a nadie;
yo sólo quiero
caminar por la ciudad.
Quien no reconoce el rostro
de la pasión no debe
no debe existir en el mundo.
La chica que fumaba, tendida
en el sofá, que callaba sola,
no necesitaba olvidarla:
si ha terminado su tiempo,
su cuerpo ha dado hijos,
como lo hace una mujer.
Quien ha visto el cielo en el ocaso,
no debe olvidar la mañana,
porque la vida que nos es dada
es esta: morir y nacer,
nacer y morir, cada día.
La chica que salía en silencio
no está más, pero quizá sus hijos,
nacidos de su cuerpo, un día
querrán salir solos,
en silencio, a desafiar a la gente.

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Programa 9 – 17 de mayo de 2014

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“La fabricación de la opinión pública” de Eduardo Galeano, en “Los hijos de los días” (Abril 2).

En 1917, el presidente Woodrow Wilson anunció que los Estados Unidos iban a entrar en la primera guerra mundial.
Cuatro meses y medio antes, Wilson había sido reelegido por ser el candidato de la paz.
La opinión pública recibió sus discursos pacifistas y su declaración de guerra con el mismo entusiasmo.
Edward Bernays fue el principal autor de este milagro.
Cuando la guerra terminó, Bernays reconoció públicamente que habían sido inventadas las fotos y las anécdotas que encendieron el espíritu bélico de las masas.
Este éxito publicitario inauguró una brillante carrera.
Bernays se convirtió en el asesor de varios presidentes y de los empresarios más poderosos del mundo.
La realidad no es lo que es, sino lo que te digo que es: él desarrolló mejor que nadie las técnicas modernas de manipulación colectiva, que empujan a la gente a comprar un jabón o una guerra.

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 Programa 10 – 24 de mayo de 2014

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«Un arte» de Elizabeth Bishop.

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aún más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

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24 de mayo de 2014 – Programa 10

Parte 1:
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Parte 2:
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140524

Parte 1:
«Madre música» de Andrés Neumann.

Beatles – All You Need Is Love

Película: Alta fidelidad (Stephen Frears)

Stevie Wonder – I Believe (When I Fall In Love)

«un arte» de Elizabeth Bishop.

Jack Black – Let’s Get It On [Marvin Gaye]

Fragmentos de «Alta fidelidad» de Nick Hornby.

John Wesley Harding – I’m Wrong About Everything
————
Biopic: John Cusack.

Peter Gabriel – In Your Eyes

In a world: películas rockeras.

Elton John – Tiny Dancer
Led Zeppelin – Tangerine
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Parte 2:

Steppenwolf – Magic Carpet Ride

Película: The music never stopped (Jim Kohlberg)

Grateful Dead – Touch of Grey
Grateful Dead – Truckin’

Fragmento de «Hablar solos» de Andrés Neuman.

Beatles – Till There Was You
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«La música se desliza hacia mí» de Anne Sexton.

The Velvet Underground – Who Loves The Sun

Caprichos de la semana: agenda cultural.

Buffalo Springfield – For What It’s Worth

«Silabeo» de Sylvia Molloy.

Bob Dylan – Most of the Time

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Biopic: John Cusack

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John Cusack es un actor y guionista de cine y televisión estadounidense, nacido en 1966.
Nacido en una familia de actores, estudió desde pequeño teatro y en su adolescencia hizo varias obras de teatro. Su primer papel en un film fue en “Class” de 1983. Participó en varios repartos por 6 años hasta que obtuvo el papel protagónico en la película “Say anithing” de Cameron Crowe.
Protagonizó y escribió los guiones de las películas “Un asesino algo especial” y “Alta fidelidad”. También participó de “Sombras y niebla”, “Convictos en el aire”, “¿Quieres ser John Malcovich?”, “La pareja del año”, “Serendipity”, “Identidad”, “El niño de marte”, “El cuervo”, “2012” y “El mayordomo”.
Trabajó con los directores Woody Allen, Spike Jonze, Lee Daniels y Stephen Frears, y con los actores John Malcovich, Jack Black, Billy Cristal, Elijah Wood, y las actrices Julia Roberts, Amanda Peet, Catherine Zeta Jones, Cameron Díaz y Joan Cusack, su hermana.
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Alta fidelidad – The music never Stopped

Alta fidelidad (High Fidelity), Stephen Frears. EEUU, 2000.

A veces matamos algo de tiempo haciendo listas inmensas de canciones que nos gustaron, platos favoritos, bebidas que ya debemos evitar, amores que se fueron. Grandes rupturas que nos dejaron ser estos tipos más o menos en un mundo con tantas exigencias y normativas que, de vez en cuando, nos da unos tres minutos para leer un poema o hacer una lista rápida pero concienzuda de las 5 cosas que no debemos olvidar.
“Alta Fidelidad” de Stephen Frears (adaptación de la novela de Nick Hornby) es un nostálgico vaivén que suena a disco de pasta en el que John Cusack es uno de estos tipos con más grises que claros que se la pasa citando sus top 5 en todos los rubros. Todos los rubros que siempre parecen volver al mismo: sus 5 amores, sus 5 rupturas más trágicas. 5 mujeres que lo han dejado desaliñado y con un montón de canciones que no hacen más que llamarlas a cada rato.
Rob Gordon, el personaje que interpreta John Cusack, es un treintañero cansado de ver cómo sus relaciones amorosas se terminan. Su tienda de discos de vinilo y CDs es un juntadero de freaks desolados que discuten sobre los grandes temas de la vida: ¿Cuáles son los mejores discos? ¿Cuáles las canciones para un funeral? Todos grandes amantes de la música, sobre todo los tres vendedores, que aman tanto lo que aman que apenas si pueden hablar de otra cosa. O al menos eso pasa cuando por esos vínculos nos unimos. Y en esas enormes disputas es difícil encontrar el consenso: ¿qué hacer con las cosas que nos gustan cuando nos gustan tanto que queremos que todos las amen tanto como nosotros? Discusiones infructuosas todas las que se disparan a armar las listas de mejores canciones, mejores discos, peores rupturas.
Claro que pueden enamorarse y sufrir. No sólo los unen los discos, también el fracaso amoroso y la soledad. Con esos dos tópicos se pueden hacer miles de top 5 y organizaciones escabrosas de las canciones que nos acompañaron. Y Rob Gordon decide reacomodar sus discos autobiográficamente: ¿dónde estaba cuando compró este disco? ¿Cuándo fue? Los viejos amores vuelven a resurgir cuando la última pareja se va. Su top 5 de rupturas más dolorosas vuelve a aparecer en la lista de temas y las visita una a una para entender qué ha pasado con ellos, por qué después de tantas relaciones infructuosas sigue solo. Le lleva tiempo comprender que no todas las relaciones son iguales, que el hecho de enumerar mujeres no le aporta nada para comprenderlas y menos aún para poder formar una pareja, que las explosiones de enojo ante las mujeres no hace más que ampliar la brecha y acrecentar su soledad. Es un personaje incorrecto, uno puede estar de acuerdo y, al instante, en desacuerdo con sus análisis apresurados y su verborragia urgente, y es por eso que quizás no nos identifiquemos con él, pero hay algo que lo hace muy cercano, quizás sea su imperfección modélica que nos es bastante familiar, quizás sea que a todos nos cuesta decir lo que sentimos y pensamos para lograr con eso volver nuestra vida un poco más feliz. De hecho su propuesta matrimonial es un intrincado ir y venir entre frases poco convincentes, metidas de pata, y un amor recién descubierto en todo su esplendor, recién ahora que estuvo a punto de perderlo.
Como lo mejor de nosotros es equivocarnos a cada rato y salir corriendo para ver si podemos recuperar un abrazo, “Alta fidelidad” se merece un top 5 con las razones por las que debemos verla:

  • Las listas. Armaditos para vivir en un mundo de números, de vez en cuando nosotros también agarramos una hoja y anotamos nuestros sueños, películas que más nos gustan, tardes que no vamos a olvidar. La mejor parte es cuando, tras muchos años, abrimos una caja y ahí está la lista de lo que anhelábamos, ya tan olvidada, y nos prometemos cumplir aunque sea uno de esos puntos. Ni hablar que el sistema ya nos pasó por arriba, pero al menos uno de esos sueños sigue más o menos en pie.
  • Las canciones. Se han esforzado mucho por mezclar sonidos con momentos y hacer que al menos una de todas las canciones que escuchan los personajes nos despierte la curiosidad. Ese es el mayor logro.
  • Frases memorables. También las hay que nos dan ganas de gritarle un par de cosas al personaje de John Cusack, pero está esta por ejemplo: “Libros, discos, películas. Esas cosas importan. Llamame superficial si querés, es la maldita verdad”. Listo.
  • Joan Cusack. Siempre con papeles pequeños, secundarios. Aun así, es la hermana que queremos tener y está mucho mejor cuando regaña a su propio hermano en todas las películas en las que trabajaron juntos.
  • Bichos raros. Los personajes son todos bichos raros, no modelitos perfectos con guiones y peinados correctos. Desaliñados y andando, estos tipos más parecidos a todos nosotros, un tanto inseguros algunos, grandes oradores otros, gritones y apasionados, nos regalan no un compendio de cosas para ser y hacer, sino una pequeña posibilidad de ponerle un poco de música a estos días tan oscuros en los que tratamos de comprendernos mientras hacemos números para regalarnos un buen disco. Algo sencillo, que se pueda compartir, que nos recuerde algún momento que no tenemos intenciones de olvidar.

The music never stopped, Jim Kohlberg. EEUU, 2011.
“Hablar de la música es alimentar una ilusión, un “error categorial” como dirían los lógicos. Es tratar la música como si fuese lenguaje natural o se hallase muy cercana a éste. Es trasladar unas realidades semánticas de un código lingüístico a un código musical”, dice George Steiner en La poesía del pensamiento y continúa: “pero a diferencia de los lenguajes naturales, la música es universal. Innumerables comunidades poseen sólo rudimentos orales de literatura. Ningún grupo humano carece de música. Los datos sensoriales y emocionales de la música son mucho más inmediatos que los del habla. Su recepción es más o menos instantánea en los niveles psíquico, nervioso y visceral.”
Haciéndole caso a Steiner, no hablaré de música, no sólo porque incurriría en un error categorial, además porque lo que nos interesa de la música, para quienes no somos capaces de ejecutar un instrumento con destreza -cosa que no pocas veces nos provoca una inconfesada envidia por quienes sí-, es escucharla, dejarnos llevar por aquello que la música nos provoca. Tampoco habla de música el personaje principal de “The music never stopped”, Gabriel, interpretado por Lou Taylor Pucci, como no habla de música su padre Henry, interpretado por J.K. Simmons. ¿Y de qué hablan entonces? Tal vez de la vida compartida y en especial de la que nunca compartieron. ¿Y la música, entonces? La música es el vehículo que los conecta con un lugar de la memoria que termina siendo el lugar del encuentro. No hablan de música, conversan sobre lo que les hizo sentir tal o cual melodía en una época determinada de sus vidas. Se narran a sí mismos en sus encuentros personales e intransferibles con la música. Y al hacerlo logran manifestar sus sentimientos, sus enojos, sus heridas y también sus más profundas alegrías.
Un hijo, Gabriel, abandona la casa donde viven su padre Henry y su madre Helen (interpretada por Cara Seymour). A los 18 años un hijo decide que no terminará la secundaria y que irá a cumplir su sueño. Un sueño que significa mucho más que escuchar a su banda favorita, los Grateful Dead. En este film ambientado a mediados de los ‘80 pero que regresa constantemente a los ‘60 en EEUU, la música no sólo es la manifestación de la distancia generacional entre ese hijo y su padre, sino también la tensión entre lo que ambas persiguen. No hay “sueño americano” para Gabriel, quien vive el dolor de una guerra sin sentido y registra en su cuerpo la desesperación de ver partir a sus amigos a Vietnam. Los 60 son el lugar de los recuerdos que aún conserva Gabriel, luego de haber sido sometido a una cirugía para extirparle un tumor cerebral. Gabriel nunca regresa a la casa familiar. El regreso es forzado por su pérdida de memoria, por la llamada a sus padres desde el hospital. Gabriel no es el mismo. Sólo será él, detenido y vivo, mientras escuche la música de su juventud.
Esta es una buena película del año 2011, basada en el caso de estudio de Oliver Sacks, ‘El último hippie’, la primera de Jim Kohlberg que examina una familia dividida por el choque cultural y generacional. Henry y Helen Sawyer encuentran a su hijo en un hospital, enfermo de un tumor cerebral que le hace incapaz de distinguir entre el pasado y el presente, o mejor dicho, Gabriel se renueva cada vez en un mismo presente: en el de la música que ama. ¿Cómo se relaciona entonces la música con los recuerdos y los sentimientos?, esa búsqueda es la que inicia una terapeuta musical contratada por el padre de Gabriel y que conducirá a la familia a reencontrarse. Un reencuentro que de otro modo hubiera sido imposible. ¿Para qué sirve la música? No lo sabemos. Pero intuimos que es que capaz de poseer nuestro cuerpo y nuestra conciencia y sabemos que es irrespetuosa en su llegada y nos pone en movimiento. Y si la trama de este film no nos termina de atrapar, la música sí lo hará. Sólo por eso vale la pena verla. Y escucharla, porque como dijo Verlaine “Musique avant toute chose”, prefiere la música a toda otra cosa.

Escenas – 100 veces no debo

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«¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué? Si yo no le hago mal a nadie: remarco los precios, compro dólares como todo el mundo, pago los impuestos cuando no hay más remedio, creo en Dios… Entonces, ¿por qué? Hay tantas hijas por ahí y me vienen a llenar justo la mía. ¡Qué yeta, Dios mío, qué yeta!».
Imagen2Julio. En «100 veces no debo» de Alejandro Doria.

Parte 1:
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Parte 2:
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Co-conducción: Fidel Kohn.

Parte1:
Fragmento de la carta a Fernand Pouey y René Guignard de Antonin Artaud del 17/02/1948.

David Bowie – Big Brother

Película: Wag the dog (Barry Levinson)

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota – Nuestro amo juega al esclavo

“La fabricación de la opinión pública” de Eduardo Galeano, en “Los hijos de los días”.

Las Pelotas – Capitán América

Fragmento de “1984” de George Orwell.

Riff – Pantalla del mundo nuevo
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Biopic. Dustin Hoffman.

Simon and Garfunkel – Mrs. Robinson

In a world: películas que pasan a series.

Guns N’ Roses – You Could Be Mine
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Parte 2:

George Thorogood – Bad to the Bone

Película: Talk radio (Oliver Stone)

Pez – Y las antenas comunican la paranoia como hormigas
Charly García – Total interferencia

Fragmento de “Adán Buenosayres” de Leopoldo Marechal.

Stephen Malkmus – Ballad of a Thin Man [Bob Dylan]
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Fragmento de “1984” de George Orwell.

Molotov – Que no te haga bobo Jacobo

Caprichos de la semana: agenda cultural.

“El miedo” de Eduardo Galeano, en “El libro de los abrazos”.

Nina Simone – Ain’t Got No, I Got Life

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