Un poema difícil de hallar por los mundos virtuales, e incluso impresos: del libro «Grunge» de Alfredo Jaramillo, y sin nombre, para ustedes. Buen miércoles.
Grunge Alfredo Jaramillo
I
Te pasa buscar tu hermano con sus hijas. El hermano grande, que no debería ser conflictuado; pero después, cuando estás comiendo en el patio de comidas del shopping, darse cuenta que no es así. Toda familia es esquizofrénica: cada uno está desdoblado y todo ataque tiene como primer objetivo a uno mismo.

II
“No va a pasar por encima mío”. Qué triste confesión, qué anacrónica, si es que una manada de bestias acaba de pasar por encima de ti y ahora sólo vos y un sol rabioso en la planicie.
Esa manía de hablar sobre uno mismo, que no termino de entender si está bien o está mal. Quién carajo va a leer; la paranoia de pensar que alguien va a venir a hurgar tus papeles para chantajearte en el futuro, por alguna sentencia inconveniente que pronunciaste una vez, desencajado y completamente fuera de vos.

III
El mundo está feliz. Ya no queda gente que se entristezca. Eso es algo verdaderamente triste: la tragedia no tiene más nada que hacer en esta tierra. Chéjov y Gorki, los últimos tuberculosos. No te dijeron eso cuando te pusieron la vacuna, y ahora puede que te convenga meterte el refuerzo que no te diste a los seis años porque “se había agotado”, según explicaba una enfermera que, como toda enfermera, siempre sonreía.

IV
¿Soy un hombre alegre? ¿Irradio luz?

V
La gente está contenta, se ríe de todo; es exitosa. Viene un amigo, lee un poema de un porteño y se pregunta: “¿Por qué los hombres de ciudad hablan de juncos?”. Yo me pregunto por qué nosotros hablamos de Corrientes y Callao como si estuviera a la vuelta de casa.

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