Esperando la carroza, Alejandro Doria. Argentina, 1985.
Muerte en un funeral (Death at a funeral), Frank Oz. Reino Unido, Estados Unidos, 2007.
Un ataúd recorre una ciudad británica para estacionarse en un mega funeral en el que están esperando a otro finado. “¿Quién es este?” pregunta el hijo, que carga íntegramente con la ceremonia. El cajón, que ya antes había hecho unas cuadras en la dirección contraria, ahora debe retirarse rápidamente por los muñequitos de la funeraria para evitar el bochorno inexplicable en la antesala del ritual.
Y el tío gruñón que le caga la mano a un amigo
el hermano talentoso que no se hace cargo de nada
la madre que saca lágrimas de donde puede
el primo dealer al que se le traspapela un pastillero lleno de ácidos
que ponen de la cabeza al novio de la prima que termina desnudo en la terrza después de tumbar el cajón del muerto
que ponen de la cabeza al enano que nadie conoce y que resulta ser el amante del padre muerto que ahora reclama una compensación económica y que muere un rato pero al final golpea en el cajón que comparte con su amado
que ponen del mate al tío intranquilo y gruñón que también termina en el techo amando al cielo
y el hijo que intenta dar su discurso de despedida al padre en medio de tanto escándalo que es cualquier ceremonia y más aún un sepelio, que es un popurrí inaceptable para los buenos modales británicos.
La desmesura propia de la comedia de enredos, negra, bien negra en “Muerte en un funeral”, deja entrever que el funeral es una excusa argumentativa para reunir a una familia -con sus delirios, desmadres y apariencias- que bien podría explotar en cualquier otra circunstancia. El funeral habilita lo negro, y también la ruptura con lo prohibido, y ahí mismo justifica la risa del escándalo. Lo demás es una hora y media de personajes tratando de que no se noten las flatulencias del sepelio con gladiolos robados por el novio del muerto, antes de salir de juerga.
Alejandro Doria fue un productor, guionista y director de cine, teatro y televisión argentino, que nació en Buenos Aires en 1936 y murió en el año 2009.
Comenzó su carrera artística trabajando en obras de teatro en la década del 50. A principios de los 60s comenzó a trabajar en televisión, como coautor. En 1969 dirigió su primer programa televisivo, “Nuestra galleguita”. Desde entonces dirigió numerosos programas televisivos, como “Pobre diabla”, “Papá corazón”, “Atreverse” y “Los especiales de Alejandro Doria”.
En cine, dirigió las películas “Proceso a la infamia”, “Contragolpe”, “La isla”, “Los miedos”, “Los pasajeros del jardín”, “Darse cuenta”, “Sofía”, “Cien veces no debo” y “Las manos”. En 1985 se estrenó “Esperando la carroza”, un film de culto basado en una obra teatral de Jacobo Langsner, y con un elenco de primera línea, compuesto por China Zorrilla, Antonio Gasalla, Luis Brandoni, Betiana Blum y Darío Grandinetti, entre otros.
En entrevista para el programa “Encuentro con Argentores”, de Canal Encuentro, esto decía Alejandro Doria sobre su trabajo como director: “Yo siempre dije que el cine es un milagro, que no vale el hecho de que estudié mucho cine para ser un buen director. En mi caso, yo siempre fui, más que un estudioso, un intuitivo. Tuve mucha suerte. Yo, por intuición, he logrado muchas cosas. Yo me siento un obrero y no soy más que un obrero que deja sangre en el trabajo. Hubo cosas que me salieron excelentes, otras bien, otras regular, algunas mal, pero ninguna la hice de taquito”*.
* “Encuentro con Argentores - Alejandro Doria” de Canal Encuentro. En http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=108921
Un 6 de mayo de 1985 se estrena la versión fílmica de la exitosa sátira del dramaturgo uruguayo Jacobo Langsner. Dirigida por Alejandro Doria, la película cuenta con las actuaciones de Luis Brandoni, China Zorrilla, Antonio Gasalla, Julio De Grazia, Darío Grandinetti, Cecilia Rossetto, Enrique Pinti, Betiana Blum, Juan Manuel Tenuta, Lidia Catalano, Andrea Tenuta, entre otros. Aquí, 5 escenas para recordar a una de las mejores comedias de todos los tiempos.
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Nota recuperada de Télam, bajo el título de “10 escenas inolvidables de Esperando la carroza”. http://www.telam.com.ar/notas/201305/16595-10-escenas-inolvidables-de-esperando-la-carroza.html
Estación Central de Brasil (Central do Brasil), Walter Salles. Brasil, Francia, 1998.
Qué tan lejos, Tania Hermida. Ecuador, 2006.
Mochilera en tránsito, mochilera en viaje, rito de sepultura y procesión hacia la boda. El paro ha obstaculizado el paso, y el paro también los ha juntado en el camino. El encuentro, con cualquier otro, es una lucha íntima por congeniar.
La viajera turística que tiene un contrato privado con su cámara se topa con la estudiante ecuatoriana que viaja para impedir una boda. Mientras la española busca generar contactos, acostumbrada a sus viajes de placer, la ecuatoriana busca generar distancias, estirar los espacios, marcar la falta. “Qué tan lejos” comienza a recordarnos que no es tan simple relacionarnos, que en ese juego táctico de miradas cruzadas, ceños fruncidos y frases que se van acomodando al encuentro, lo que queda es una nueva forma de entender lo que nos pasa y de hacerle frente a los días por llegar
o al camino, que es lo mismo.
Haciendo auto stop o tirar a dedo, y en un camino de montaña donde de a ratos todo es dominio de la niebla, las mujeres presencian la aparición de Jesús. Jesús María y la abuela. Está practicando un rito familiar que le fue encomendado. Es una aparición y es también mística, así que llamarse Jesús es una buena opción, aunque él prefiere el sobrenombre de diablo cojo. Su abuela, la otra mujer de la película, está en una urna de madera esperando ser arrojada en su Cuenca natal. Todos van a Cuenca, sólo que los motivos son bien diferentes y cada uno impondrá su andar. La búsqueda de Jesús le permite hablar más pausado, juzgar menos, escuchar más, decir la frase justa. Es actor, también es nieto, y también es un espíritu libre. Trata de no dañar a nadie, pasar inadvertido, dejar su rastro en la niebla, bajarse de un colectivo sin ser escuchado.
El otro, el dueño del auto que adelanta a los tres un buen tramo, intenta hacer ruido, dejar su huella, ser recordado. Va hacia la boda, la misma que intenta impedir la ecuatoriana, pero él no lo sabe. Importa poco su nombre. Tampoco importa demasiado si llega o no, aunque sabemos que sí.
Esperanza conoce a Teresa en el colectivo camino a Cuenca. Teresa se inventa un nombre, como jugando con la ridiculez de lo que cree ver representado. Esperanza conoce así a Tristeza, y aun cuando muchos de sus análisis sociales serán más o menos correctos, a Teresa le queda la marca de lo que Tristeza representa.
De todas, de todos, es la más comprometida pero también la más moralista. Como deja resonando el final del film, las voces de ese andar juntos develan las intenciones, lo que no puede ocultarse, la sombra que quedará por recuerdo. Esperanza necesita unas copas para empezar a retrucarle con ganas a esa niña instruida que está al acecho del error, intentando imponer su visión de mundo. Representa, sí, el sentir golpeado latinoamericano, pero hay un dejo de máxima que también hace dudar.
Claro que una cámara en mano no dice nada del Ecuador, aun cuando se intente filmar las atracciones. La estructura profunda seguirá sin ser descubierta.
“Qué tan lejos” es una película turística, incluso a pesar de ello. Está retratando al Ecuador, como dice Teresa -o Tristeza- por ahí. Las voces, los decires, las miradas, el encuentro, el viaje. Pero sobre todo el encuentro, entre hijos de los hijos de muchos ecuatorianos primeros y subsiguientes. Lo mismo que decir, entre los que estaban, los que llegaron, lo que quedó del sangriento destierro, la sangre que fluye del doloroso pasado. Y lo que se hace con eso: las palabras que se entrecruzan para asistir al relato identitario, que hacen memoria, que reclaman y preguntan y dudan y muchas veces ya ni se hallan. Todo mientras se recorre los caminos del Ecuador, con sus parcelas y ganado y montañas y volcanes y paros y Tristezas y filosofías de tocador. Dudas que aparecen mientras esperamos andando, cuando no sabemos qué tan lejos podemos estar como para respetarnos, hermanarnos y cuidarnos silenciosamente mientras la niebla nos cubre a todos.
Walter Salles es un guionista, productor y director de cine brasilero, nacido en Río de Janeiro en 1956.
Hijo de banquero, estudió economía en Río de Janeiro y comunicación audiovisual en la Universidad de California. En 1986 dirigió los cuatro capítulos de la serie documental “Japón – Un viaje en el tiempo”. Desde entonces ha filmado varios documentales y películas de ficción que lo volvieron uno de los directores más notables internacionalmente de América Latina. También dirigió los documentales “Marisa Monte”, “Antonio Carlos Jobim” y “Venice 70: Future Reloaded”.
Algunas de sus películas de ficción más conocidas son: “Tierra extranjera”, “El primer día”, “Detrás del sol”, “Paris, je t’aime”, “Agua turbia” y “En el camino”. Por su película de 1998, “Estación central de Brasil”, obtuvo medio centenar de premios internacionales, como el Oso de oro en el Festival Internacional de cine de Berlín.
En entrevista con “The Guardian”, esto dijo Walter Salles sobre la producción de sus films: “No creo en esa idea de guión cerrado. Por el contrario, creo firmemente en que las películas necesitan de cierta imperfección. Pero también creo que, mientras más pienses con tu equipo de trabajo sobre cómo debería ser el proyecto que estás iniciando, más podrás improvisar después”*.
* “Walter Salles (Guardian interviews at the BFI) de Geoff Andrew para The Guardian. http://www.theguardian.com/film/2004/aug/26/features
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El poema es del libro «Esa serena sombra» de Marcelo di Marco. Y en mis decires
de sombras y de nadas
vos te encontrabas.
Y ya que estamos, otro haikú más de ese libro, pero en captura.