
«La hermosa e inspirada máxima de Nuestro Ford: ‘La historia es una paparrucha'».
«¡Pero he aquí que todas esas sugestiones son nuestras sugestiones! -El Director casi gritó de orgullo-. Sugestiones del Estado».
(«Un mundo feliz» de Aldous Huxley).
«La hermosa e inspirada máxima de Nuestro Ford: ‘La historia es una paparrucha'».
«¡Pero he aquí que todas esas sugestiones son nuestras sugestiones! -El Director casi gritó de orgullo-. Sugestiones del Estado».
(«Un mundo feliz» de Aldous Huxley).
Del libro «Tabaco mariposa», «animalada» de Elena Anníbali.
la zorra
la zorra plateada
la zorra plateada que trae en la boca un huevo
y lo rompe
lo rasga
lo lame
la zorra plateada colilarga feroz
que brilla en la noche
como una luna bestial
la zorra que, saciada,
trota por el campo
la zorra que, saciada,
trota y ve al cordero
el cordero que tropieza con su vaho
el cordero blanco
como todos los corderos del rebaño
que bala
con sus tristes sonidos metafísicos
el cordero que ve a la zorra
que va a la zorra
y la acomete
la zorra que, plateada y todo,
se evade
el cordero que patea y muerde
que se traga a la loba
a la zorra
la zorra plateada con su olor a sangre
el cordero saciado
Un poema difícil de hallar por los mundos virtuales, e incluso impresos: del libro «Grunge» de Alfredo Jaramillo, y sin nombre, para ustedes. Buen miércoles.
I
Te pasa buscar tu hermano con sus hijas. El hermano grande, que no debería ser conflictuado; pero después, cuando estás comiendo en el patio de comidas del shopping, darse cuenta que no es así. Toda familia es esquizofrénica: cada uno está desdoblado y todo ataque tiene como primer objetivo a uno mismo.
II
“No va a pasar por encima mío”. Qué triste confesión, qué anacrónica, si es que una manada de bestias acaba de pasar por encima de ti y ahora sólo vos y un sol rabioso en la planicie.
Esa manía de hablar sobre uno mismo, que no termino de entender si está bien o está mal. Quién carajo va a leer; la paranoia de pensar que alguien va a venir a hurgar tus papeles para chantajearte en el futuro, por alguna sentencia inconveniente que pronunciaste una vez, desencajado y completamente fuera de vos.
III
El mundo está feliz. Ya no queda gente que se entristezca. Eso es algo verdaderamente triste: la tragedia no tiene más nada que hacer en esta tierra. Chéjov y Gorki, los últimos tuberculosos. No te dijeron eso cuando te pusieron la vacuna, y ahora puede que te convenga meterte el refuerzo que no te diste a los seis años porque “se había agotado”, según explicaba una enfermera que, como toda enfermera, siempre sonreía.
IV
¿Soy un hombre alegre? ¿Irradio luz?
V
La gente está contenta, se ríe de todo; es exitosa. Viene un amigo, lee un poema de un porteño y se pregunta: “¿Por qué los hombres de ciudad hablan de juncos?”. Yo me pregunto por qué nosotros hablamos de Corrientes y Callao como si estuviera a la vuelta de casa.
Poema de miércoles, y por la mañana: un recuerdo extraño ya. A seguir regando los horizontes: «He construido un jardín…» de Diana Bellessi, hace los honores.
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
Poema de miércoles, de (Jacques), un «Desayuno» para esta tarde noche.
Echó café
en la taza.
Echó leche
en la taza de café.
Echó azúcar
en el café con leche.
Con la cucharilla
lo revolvió.
Bebió el café con leche.
Dejó la taza
sin hablarme.
Encendió un cigarrillo.
Hizo anillos
de humo.
Volcó la ceniza
en el cenicero
sin hablarme.
Sin mirarme
se puso de pie.
Se puso
el sombrero.
Se puso
el impermeable
porque llovía.
se marchó
bajo la lluvia.
Sin decir palabra.
Sin mirarme.
Y me cubrí
la cara con las manos.
Y lloré.
Poema de miércoles con letra de mujer: «Agonía fuera del muro» de Rosario Castellanos.
Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren , cohabitan.
El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.
Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.
Sin orgullo ( ¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
Que todavía la especie no produce? )
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.
Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.
Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.
No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.
Para este poema de miércoles, tomamos el libro «Lenguaje. Poesía en idiomas indígenas americanos». El poema que transcribimos en esta publicación es de Liliana Ancalao, que es parte de la comunidad Ñamkulawen. Debajo están las capturas del libro publicado por Caballo Negro, en el idioma originario. El poema se llama «Las mujeres y el viento», y es toda una invitación.
él siempre va a volver
me previno la griega
traduciendo la borra del café
y me hablaba de un hombre
yo pensaba en el viento
el viento siempre vuelve
pero esta ciudad no se acostumbra
anda
cada vez
desaforado por las calles
a brochazos de tierra
borrándonos los pasos
se nos vuelan los pájaros
los olores
la ropa
se desafina la casa
la memoria se astilla
y hay que poner la pava
preparar unos mates
y esperar
a que se vaya
en unos días
unas semanas
vaya a saber
con el cambio de luna
como un tremendo viento
dicen que fue el malón
un torbellino en contra de los días
y eso que los antiguos eran duros
como rocas
firmes
ahí quedó su sangre
desparramada
me decías abuela
y tu recuerdo es el lago
al que me asomo
para sorber un trago
y aquí hasta la noche se ha opacado
el viento ruge
arrancando hasta las ganas de quedarse
seguro que las lomas quedaron peladitas
por ahí andará el ruego de ignacia quintulaf
porque su hijo no volvía
el humo de la yerba y el azúcar quemadas
subiendo apenas
un poco más que el taill
y es una pausa su voz
el viento siempre vuelve
quiere rendirnos a nosotras
probarnos las raíces
llevarse algunas
arrastradas
o girando
yo prefiero esas matas livianas
a estos huesos espesos
que reventarán contra el cemento
él siempre va a volver
pero no tenga miedo
agregaba
la griega
porque también se irá
el viento amaina
y el planeta se pone transparente
éste es un olmo
y señala mi hermano
un tallo y unas hojas
alzándose del suelo
desafiantes
pienso que el viento nos trajo su semilla
desde el boulevard
y ¿ves? aquí hay otro
quiero decir
ricardo
tus hijos son tan claros
como estos olmos
pero tengo todavía
arena
en las coyunturas
y no hay palabras