Reunimos seis películas que le dan una vuelta al día de los enamorados. En realidad, nunca hablan de San Valentín pero sí, a su manera (retorcida, concienzuda, gris), hablan sobre el amor, la idea del amor cuando se cambian las reglas, cuando se trastocan las posibilidades, cuando Dios ha muerto. Mundos distópicos, realidades alternas y lenguas golpeándose sin sentido, en este especial San Valentín: Abajo el amor.
En “El inadaptado” (Den Brysomme mannen) de Jens Lien, un hombre arriba a la civilización dejando el polvo atrás. Consigue un trabajo, también una esposa, tiende a engrosar la lista de suicidios. No es el tema central el amor, pero sí se queda paralizado observando cómo las parejitas se besan con las lenguas como espadas y los ojos bien abiertos. Tiene un romance, cree que es el único en esa nueva relación y descubre que nadie siente ya nada, salvo el deseo de terminar con todo. Película cruda, existencialista, en la que el amor es una pequeña treta más, una mentira que hay que cumplir y seguir sufriendo.
“Langosta” (The lobster) de Yorgos Lanthimos lleva al extremo la sistematización de la pareja: si aún estás soltera, soltero, tenés que asistir a un internado en el que salís o casado y feliz, o convertido en un animal a elección. O salís escapando, te convertís en la resistencia, que también tiene sus reglas, tenés prohibido emparejarte y podés ser cazado. Cazado o casado, pero con al menos un punto en común, la ceguera quizás, aunque haya que propinársela.
En “The one I love” de Charlie McDowell los personajes también están atrapados, y hasta que no recuperen su pareja no pueden escapar de la cabaña de fin de semana. Sólo que no se recupera lo que se tuvo, sino la mentira de lo que “los otros” ofrecen, en un sistema de dobles cuando se cierra la puerta y renace la pasión. Si en “The lobster” el amor era un mandato (en positivo o en negativo), en “The one I love” el amor es un objetivo producto de un artilugio siniestro para lograr escapar del científico que se ha apoderado de ellos.
El amor también es una salida en “Ex machina” de Alex Garland. Se escapa la máquina y quedan atrapados el creador y el tester engatusado, que accede por vanidad y cae por lo mismo: por la promesa de superar al otro, liberar la creación, ser reconocido y tal vez besado /(‘cause I’m a s)Ex Machina!/.
Más máquinas hay en “The infinite man” de Hugh Sullivan, en la que un hombre intenta recrear un fin de semana -el momento del enamoramiento- con una máquina del tiempo, para no ser abandonado por su pareja. El casco creado para salvarlo no hará más que repetir los errores, imposibles ya de corregir, y ya no se podrá alcanzar la promesa del pasado, recuperar lo que alguna vez hubo. El amor es, entonces, un momento que ya pasó.
BONUS
Animada, en stop motion, con las voces todas iguales hasta que aparece “Anomalisa” (de Charlie Kaufman y Duke Johnson) como para devolver las esperanzas, hasta que el amor también se rompe y todo suena igual de grave, aburrido, inalcanzable.